‘Hay estados que interpretan laicidad con discriminar y relegar a la fe cristiana’.
Gerardo Amarilla desde el año 2020 se desempeña como subsecretario del Ministerio de Ambiente de Uruguay. Es autor del libro “Una nación con propósito”, que está presentando en todo Latinoamérica.
En su texto publicado, aborda el concepto del Estado laico, y la disyuntiva de si la iglesia debe ir de la mano con la política en la conducción de un país o funcionar de manera separada. “Un tema que siempre genera apasionamientos”.
Contó que, tras sus visitas a diferentes países latinoamericanos, le surgió la inquietud de analizar escenarios donde las religiones contribuyen a la construcción de un país y de qué forma pueden intervenir en aspectos tan diversos como la economía, medio ambiente, seguridad, trabajo, sociedad, descentralización, separación de poderes, justicia, y derechos, entre otros.
Tradición evangélica “antipolítica”
Explica Amarilla que “hace algunas décadas en el movimiento evangélico era casi una posición hegemónica del liderazgo que los cristianos no podemos involucrarnos en las cuestiones de política”.
En esa línea de pensamiento entiende que “Era muy frecuente escuchar prédicas dirigidas a fortalecer la idea de que la actividad política era una actividad ‘mundana’ de la que deberíamos estar ajenos como miembros de una comunidad cuya ‘patria’ era la celestial”.
También recordó que se afirmaba apoyando esa postura clásica que “El Señor nos enseñó que debíamos dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, que se entendía como una enseñanza para que los miembros de las congregaciones evangélicas se abstuviesen de la actividad política activa.
Cambio de paradigma
Pero desde “fines del siglo XX y con diferentes ritmos según el país y la región, comenzamos a advertir a algunos cristianos evangélicos que comenzaron a participar en política y a constituirse en una novedosa y a veces extraña realidad en América Latina”.
Los valores cristianos cimentan la civilización occidental, opina Amarilla, y la clave es cómo personas con valores cristianos pueden influir en la política, dónde están los límites por ambas partes, de los creyentes y de quienes quieren relegar a la fe de la vida pública. “Hay estados que interpretan laicidad con discriminar y relegar a la fe cristiana”.
“Lo que no es bueno es mezclar a la iglesia con la política” afirma, cuando debe ser una cuestión de compromiso personal y no eclesial. “Y desde luego tener siempre la idea de reforzar la democracia, ya que hay datos que indican que está en declive en cuanto a la confianza de los ciudadanos (más en unos países que en otros y que pueden llevar a regímenes totalitarios”.
Otro problema es” la falta de preparación de creyentes que entran en la vida política”, sin conocimientos de la práctica de la esfera donde quiere trabajar; y tener claro al visión de servicio y responsabilidad.
Todos estos temas se plantean en el libro, desde una visión cristiana y a la vez realista y apegada al análisis de la actualidad.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL –