Los archivos secretos revelan que después de la Segunda Guerra Mundial 9.000 criminales nazis huyeron a Sudamérica. Argentina abrió los brazos en su país a unos 5.000 nazis.
Después de 1945 salió a la luz el alcance del horror del Holocausto, Al enfrentar una crueldad sin precedentes, gran parte del mundo respondió con un vigor sin precedentes. En los Juicios de Núremberg, cuando los abogados aliados llamaban a declarar a los jerarcas nazis, fue acuñada la nueva expresión «crímenes contra la humanidad».
Sin embargo, menos de 300 nazis fueron juzgados en los juicios de Núremberg mientras que unos 9.000 nazis se escaparon de Europa, ayudados por simpatizantes y amigos. Muchos encontraron nuevas vidas en América del Sur, particularmente en Brasil, Chile y Argentina, que fueron un refugio seguro para los miles de nazis que eludieron la justicia. Los fiscales alemanes en los últimos años estimaron que Brasil recibió entre 1.500 y 2.000 nazis, Chile entre 500 y 1.000 y Argentina abrió los brazos en su país a unos 5.000 nazis.
Muchos países sudamericanos contaban con grandes comunidades alemanas durante y después de la Segunda Guerra Mundial. En muchos casos, esas comunidades simpatizaban e incluso dieron la bienvenida a los nazis, ayudándolos a evadirse de la justicia. A mediados de 1980 se estimaba que 3,6 millones de los 130 millones de habitantes de Brasil, un millón de los 28 millones de habitantes de Argentina, y 200.000 de los 3,5 millones de ciudadanos de Paraguay eran étnicamente alemanes. «Muchos de ellos mantienen el idioma y las tradiciones de sus antepasados», señaló el «New York Times» en 1985. «Debido a su fuerte identidad cultural, las comunidades agrícolas alemanas más antiguas en el sur de Brasil y de Paraguay a menudo fueron acusadas de ocultar a los nazis. En 1962 en el pueblo chileno Colonia Dignidad, vivían 300 familias que habían huido de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Allí habían sido recibidos sin cuestionamientos
En Argentina, el fututo presidente Juan Perón pasó parte de la guerra, entre 1939 y 1941, trabajando en la embajada de Argentina en Italia, y admiraba abiertamente las políticas de Benito Mussolini y Adolf Hitler.
En 1955, el General Alfredo Stroessner, nieto de inmigrantes de Bavaria, abrió el Paraguay para ex nazis. En la década de 1930, Brasil contaba con el mayor partido nazi del mundo después de Alemania, con 40.000 miembros, muchos de esos nazis brasileros recibieron después de la guerra a los nazis alemanes. En Argentina, el fututo presidente Juan Perón pasó parte de la guerra, entre 1939 y 1941, trabajando en la embajada de Argentina en Italia, y admiraba abiertamente las políticas de Benito Mussolini y Adolf Hitler. Cuando Perón se convirtió en presidente de la Argentina en 1946, ordenó el establecimiento de canales secretos (llamados ratlines, o últimas vías de escape), para sacar de Europa a miles de nazis desde puertos de España e Italia hacia Latinoamérica.
El historiador Uki Goni en su libro del año 2002 «La auténtica Odessa: La fuga nazi a la Argentina de Perón», documenta que en 1946 Juan Perón envió un mensaje secreto a Francia diciendo que los oficiales nazis que iban a ser juzgados encontrarían las puertas abiertas en Argentina. La teoría «Odessa», popularizada por la novela «Odessa» («The Odessa File») de 1972 y la película del mismo nombre en 1974, era que un grupo secreto de ex oficiales de la SS se unían para ayudar a ex oficiales nazis a escapar de la Europa de postguerra. Si bien no hubo un grupo «Odessa», la verdad fue mucho más extraña: algunos de los más altos oficiales de los gobiernos, la iglesia católica y organizaciones de ayuda trabajaron activamente para ayudar a los nazis a escapar de la justicia, a menudo enviándolos hacia Sudamérica.
El hombre clave de Perón para crear una vía de escape para los nazis fue el cardenal argentino Antonio Caggiano. Él transmitió el mensaje ultra secreto de Perón al cardenal en Francia, quien se comunicó con los nazis que vivían en Francia para ayudarlos a escapar a Argentina. Perón invirtió considerables recursos humanos para llevar a los nazis a Argentina, incluso estableciendo una oficina secreta en Berna para ayudar con la documentación. En la primavera de 1946, los primeros nazis franceses comenzaron a recibir visas de turistas a Argentina y viajaron a Sudamérica.
Alois Hudal
Muchos de los nazis que escaparon a Sudamérica fueron ayudados por oficiales católicos. Algunos simplemente querían ayudar a otros católicos a escapar de los gobiernos comunistas que se iban asentando en Europa Central. Sin embargo, otros eran activamente antisemitas y deseaban ayudar a los nazis a escapar de la justicia. Uno de los oficiales católicos de alto rango que ayudó a los criminales nazis fue el obispo Alois Hudal, un austríaco admirador de Hitler. El obispo Hudal trabajaba en Roma, como ministro religioso de los prisioneros de guerra del eje, y ayudó incansablemente a los criminales de guerra proporcionándoles documentos de identidad falsos emitidos por el Vaticano, lo que les permitió obtener pasaportes de la Cruz Roja Internacional y viajar a Sudamérica.
El obispo Hudal trabajaba con una red de oficiales por toda Europa. Él, con la ayuda de un fraile franciscano en Italia, proveyeron documentos falsos y permitieron que el nazi Adolf Eichmann viajara a Argentina. Las actividades de Hudal ayudando a los «refugiados» (muchos de ellos eran nazis evadiendo la justicia) le brindó muchos elogios y ayuda económica. La conferencia de obispos católicos de Norteamérica incluso aprobó un estipendio mensual de 200 dólares para el obispo Hudal para ayudarlo con su trabajo.
El trabajo del obispo Hudal y de otros oficiales católicos ayudando a los nazis a escapar era un secreto abierto. Un memo de 1947 enviado desde la embajada de los Estados Unidos en Italia señalaba que «El Vaticano por supuesto es la mayor organización involucrada en el movimiento de emigración ilegal» saliendo de Europa durante esos años.
El obispo Hudal y otros oficiales católicos tenían un cómplice siempre dispuesto en Carl Jacob Burckhardt, el presidente de la Cruz Roja Internacional durante los años de la Segunda Guerra Mundial. En su libro del 2011, «Nazis on the Run: How Hitler’s Henchmen Fled Justice», el historiador Gerald Steinacher hace una crónica del antisemitismo de Buckhardt, así como de su tendencia a ayudar a los alemanes, incluso a ex nazis. Es difícil saber cuántos ex nazis huyeron de Europa usando documentos falsos de la Cruz Roja. En el año 2012, abogados alemanes, tras examinar archivos recientemente desclasificados, estimaron que miles de nazis también pudieron obtener pasaportes falsos de la Cruz Roja. Unos 800 miembros de la SS pudieron huir a Argentina usando sólo estos documentos falsos.
Un nazi que huyó a Argentina fue Horst Wagner, quien ayudó a deportar y asesinar por lo menos a 350.000 judíos. La historia de Wagner hubiera permanecido desconocida a no ser por los esfuerzos de la familia de la terapeuta y escritora alemana Gisela Heidenreich, cuya madre Edit conoció y se enamoró de Horst Wagner durante la guerra. En el 2012, Gisela Heidenreich publicó una obra documentando cómo Wagner escapó de la justicia: «Beloved Criminal: A Diplomat in the Service of the Final Solution». Tras escapar de una prisión aliada en 1948, Wagner siguió un camino llamado «la lína Kloister», recibiendo refugio en conventos e iglesias de Austria antes de ir para Roma. Allí, el obispo Hudal lo ayudó a obtener documentación falsa y viajar a Argentina.
Franz Stangl, comandante de los campos de exterminio Sobibor y Treblinka, quien supervisó el asesinato de casi un millón y medio de judíos, fue otro importante oficial nazi a quien Heidenreich dejó al descubierto que siguió el mismo camino. Stangl fue ayudado por oficiales de la iglesia católica y en un momento huyó a Brasil con un pasaporte falso de la Cruz Roja. Stangl eventualmente fue extraditado a Alemania en la década de 1960 y murió en prisión. Wagner tuvo otra suerte: nunca lo extraditaron y vivió muchos años en Bariloche, al sur de Argentina, donde cada semana se reunía con otros camaradas de la SS que habían llegado a Argentina para beber cerveza y entonar canciones nazis.
Además de simpatizar ideológicamente con la ideología nazi, Juan Perón también tenía una motivación económica para llevar a tantos nazis a su país. En el 2005, basándose en los archivos gubernamentales que acababan de ser desclasificados, la periodista alemana Gaby Weber descubrió que Perón usaba sistemáticamente a su gobierno para lavar dinero perteneciente a empresas de propiedad nazi, cuyas ganancias habían sido incautadas como parte de las investigaciones criminales. En «La conexión alemana – El lavado del dinero nazi en Argentina», Weber estima que el valor de las operaciones de lavado de dinero fue superior a mil millones de dólares.
Una planta de Mercedes Benz en los suburbios de Buenos Aires puede haber sido el centro del programa que llevaba la riqueza y a los ex nazis a la Argentina, reveló Weber. Adolf Eichmann trabajó para esa planta, primero bajo su propio nombre y luego con un alias. De acuedro con Gaby Weber, Eichmann puede haber trabajado como encargado de pago «financiando el movimiento y los vuelos a Argentina» de otros nazis, antes de ser capturado por Israel en 1960, juzgado y ejecutado en 1962.
Otto Skorzeny, un comandante de las SS conocido como el comando nazi favorito de Hitler, es otra figura nazi que puede haber ayudado a arreglar que los nazis encontraran casas en Sudamérica. Tras escapar de una prisión aliada en 1947 con la ayuda de ciudadanos locales pronazis, Skorzeny se fue a Madrid, donde dirigió una agencia de importación /exportación que se rumoreaba era una cubierta para organizar el escape de los nazis a Sudamérica. Skorzeny viajó muchas veces a Argentina, y durante un tiempo trabajó como guardaespaldas de la popular esposa de Juan Perón, Eva, conocida como Evita.
Al parecer también Evita ayudaba con entusiasmo a los nazis. Dicen que tuvo una relación romántica con Skorzeny, y que también puede haber estado activamente involucrada en el lavado de dinero de los nazis alemanes. En el 2011, los autores brasileros Leandro Narloch y Duda Teixeira escribieron: «Todavía se sospecha que entre las posesiones (de Eva Perón), había parte del tesoro nazi que se formó con lo que robaron a las familias judías ricas que mataron en los campos de concentración».
Algunos nazis que eludieron la justicia y encontraron refugio en Sudamérica son:
- El «Ángel de la Muerte» Josef Mengele, quien realizó crueles experimentos en Auschwitz y huyó a la Argentina en 1949. En 1959 se fue a Paraguay y en 1960 al Brasil. Se ahogó cuando nadaba en una playa brasilera en 1979.
- El coronel de la SS Walter Rauff, quien inventó la cámara de gas móvil que asesinó por lo menos a 100.000 personas. Murió en Chile en 1984.
- Eduard Roschmann, conocido como «el carnicero de Riga». Murió en Paraguay en 1977.
- «La bestia», el oficial de la SS Gustav Wagner. Murió en Brasil en 1980 después de que la corte suprema bloqueara su extradición a Alemania por problemas de papeleo.
- Klauss Barbie, conocido como «el carnicero de Lyon», Jefe de la Gestapo en Lyon, Francia, contribuyó al asesinato de miles de judíos franceses y de miembros de la resistencia francesa. Lo sacaron a Bolivia, en parte con ayuda Norteamericana, donde ayudó en los esfuerzos anticomunistas. Finalmente fue extraditado en 1983 y estuvo en prisión en Francia.
La Torá nos ordena: «Justicia, justicia buscarás» (Deuteronomio 16:18). Una generación atrás, miles de nazis eludieron la justicia huyendo a Sudamérica. Hoy, cuando una nueva generación de historiadores se sumerge en los archivos y otros registros, comienza a revelarse la verdad sobre cuántos nazis llegaron a Sudamérica. Es demasiado tarde para juzgar a la mayoría de estos criminales de guerra nazis, pero sus víctimas, y todos nosotros, merecemos saber la verdad sobre este oscuro capítulo del pasado de Sudamérica.
Fuente: Yvette Alt Miller–https://aishlatino.com/
Yvette Alt Miller, Phd, vive con su familia en Chicago e imparte conferencias a nivel internacional sobre temas judíos.