La carencia de padre (por abandono, ausencia o inacción) es el mal social más grave que padece el mundo.
Uno de los temas medulares en la Biblia es el de la paternidad. Dios le da una extrema importancia al rol del padre, tanto en lo formativo/educativo, como en la herencia generacional; tanto es así que el Señor cuenta las generaciones por los padres.
De hecho, Dios se nos revela como Padre, un padre que envió a su único Hijo, Jesucristo, quien en todo su ministerio terrenal siempre mantuvo una sujeción absoluta al Padre celestial. Jesús nunca habló e hizo nada sin que Su Padre se lo indicara, a eso se debían las largas horas de oración y comunión a solas que tenía permanentemente nuestro Señor con Su Padre.
La paternidad es un principio inviolable e insustituible para Dios, es falso que a falta de padre de familia la madre afirme: «Yo soy un padre para mis hijos»; la carencia del padre de familia (bien sea por abandono, ausencia o inacción -está presente, pero es como si no estuviera-), es el mal social más grave que padece el mundo y, por ende, el detonante para la multiplicación de la maldad, la delincuencia, drogadicción, alcoholismo, y muchos otros vicios y males sociales más.
La inmensa mayoría de las encuestas que se han hecho en diferentes países acerca de la ausencia o inacción del padre en la familia casi todas coinciden en las siguientes cifras:
– El 85 % de los jóvenes en prisión no tenían padre.
– El 63 % de los suicidios en jóvenes se dan entre chicos sin padre.
– El 75 % de los adolescentes en centros de desintoxicación y rehabilitación no conocen a su padre.
Estas cifras son sumamente alarmantes, especialmente en nuestra América Latina, donde la paternidad irresponsable es un mal diseminado no sólo entre la clase pobre, sino hasta en la clase alta; porque la inmoralidad sexual y las relaciones de hecho son el detonante de esta bomba social cuya explosión ha dejado las trágicas cifras que acabamos de ver.
Sin la figura paterna, los hijos tienen una mayor probabilidad de fracasar en su vida, por falta del referente masculino responsable de la formación y el modelaje de los hijos. Andar por el mundo procreando sin responsabilizarse de los hijos es un grave pecado por el que Dios juzgará no sólo a los hombres culpables, sino que el Altísimo les pedirá cuentas por el destino de sus hijos como consecuencia de su abandono.
La tasa de divorcio que va en aumento en todas las naciones es otra de las causas de la paternidad irresponsable, porque los hombres olvidan que se divorcian de sus cónyuges, pero no existe el divorcio de los hijos, estos siempre serán su responsabilidad, no sólo en lo material, sino en el modelo formativo y modelador del carácter de sus hijos, que muy pronto serán también padres, y lo más probable es que repitan el mal ejemplo dado por sus progenitores.
Sin el modelo masculino las sociedades colapsan o son sometidas por las ideologías y corrientes del momento, por esa razón es que urgen padres comprometidos con sus hijos, a pesar de su fracaso matrimonial o de su actuación sexual irresponsable; porque los hijos no tienen la culpa de la manera que los trajeron al mundo y es por demás injusto que estos paguen las consecuencias de la falta de integridad y responsabilidad de sus padres.
Muchos hijos conocen a sus papás y por su mal comportamiento, alejamiento o abandono se llenan de odio y rencor hacia ellos y se lanzan a la calle en busca del amor modelador del padre en otras personas, en los vicios o la delincuencia, dejando las dantescas cifras que vimos.
Otros son asesinados, cumpliéndose en ellos el mandamiento de Dios: «Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien y vivas largo tiempo sobre la tierra» (Efesios 6:2-3); puesto que al odiar y maldecir a sus padres por haberles dado la espalda los están deshonrando, otorgándole al reino de las tinieblas la autoridad legal de acabar con ellos a través de los vicios, la cárcel y hasta la muerte a temprana edad, cortando así sus vidas terrenales y truncando el propósito para el cual Dios los envió al mundo.
El diablo no tiene misericordia alguna y odia al hombre por ser imagen y semejanza de Dios, por eso hará lo que sea para destruir a la siguiente generación, luego de haber destruido al padre.
Qué diferente fuera si esos padres conocieran a Dios y aconsejaran a sus hijos mediante las Sagradas Escrituras contenidas en la Biblia. Entre muchas porciones de la Biblia, hay un largo capítulo en el libro de Proverbios (el 4), donde el sabio rey Salomón, fungiendo como padre, le escribe a los hijos:
Oigan, hijos, la enseñanza de un padre; estén atentos para adquirir entendimiento. No abandonen mi instrucción, porque yo les doy buena enseñanza. Pues yo también fui hijo de mi padre, tierno y singular delante de mi madre. Y él me enseñaba y me decía: “Retenga tu corazón mis palabras; guarda mis mandamientos y vivirás”.
¡Adquiere sabiduría! ¡Adquiere entendimiento! No te olvides ni te apartes de los dichos de mi boca. No la abandones y ella te guardará; ámala y te preservará. ¡Sabiduría ante todo! ¡Adquiere sabiduría! Y antes que toda posesión, adquiere entendimiento. Apréciala y ella te levantará; y cuando la hayas abrazado, te honrará. Diadema de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te otorgará.
Escucha, hijo mío, y recibe mis dichos y se te multiplicarán años de vida. En el camino de la sabiduría te he instruido y por sendas de rectitud te he hecho andar. Cuando camines, tus pasos no hallarán impedimento; y si corres, no tropezarás. Aférrate a la disciplina y no la sueltes; consérvala, porque ella es tu vida.
No entres en el sendero de los impíos ni pongas tu pie en el camino de los malos. Evítalo; no pases por él. Apártate de él; pasa de largo. Porque ellos no duermen si no han hecho mal; pierden el sueño si no han hecho caer a alguno. Pues comen pan de impiedad y beben vino de violencia.
Pero la senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que es pleno día. El camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan. Hijo mío, pon atención a mis palabras; inclina tu oído a mis dichos. No se aparten de tus ojos; guárdalos en medio de tu corazón. Porque ellos son vida a los que los hallan y medicina para todo su cuerpo.
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él emana la vida. Aparta de ti la perversidad de la boca y aleja de ti la falsedad de los labios. Miren tus ojos lo que es recto y diríjase tu vista a lo que está frente a ti. Considera la senda de tus pies y todos tus caminos sean correctos. No te apartes ni a la izquierda ni a la derecha; aparta tu pie del mal.
Si los padres de hoy estuvieran al lado de sus hijos enseñándoles los principios eternos de Dios indudablemente tendríamos un mundo mejor, con unas cifras negativas muy bajas, con desviaciones sexuales reducidas a su mínima expresión, lejos de las ideologías adoctrinantes inmorales y, sobre todo, con familias saludables. Porque paternidad saludable produce familias saludables y sociedades más justas y morales.
¡Dios tenga misericordia de este mundo perdido!
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL GEORGES DOUMAT-PERIÓDICO UNO