El mundo espiritual está regido por espíritus, de Dios o del diablo, y nos hablan a la mente.
La semana pasada hablamos acerca de la importancia de conocer los espíritus, dado que el mundo espiritual del que pocos conocen rige el mundo físico. Así como es la voluntad de Dios que usted y yo conozcamos los espíritus que rigen ese mundo invisible para que nos apercibamos y guardemos nuestra alma obedeciendo fielmente lo establecido en su Palabra, tal y como lo expone 1ª Juan 4:1-6.
En el mundo espiritual se traza lo que luego se manifestará en el mundo físico, tanto lo que proviene de Dios como aquello que proviene del diablo, conocido en la Biblia como ‘el príncipe de la potestad del aire’ y ‘el dios de este siglo’.
Hay dos clases de espíritus: los de Dios y del diablo. De ahí se desprenden varios tipos de espíritus:
1.- Los angelicales: Creados para servir a Dios y los hombres, quienes habitan en el tercer cielo, por lo que siempre ven a Dios y son eternos al igual que Él. Hay cuatro tipos: Ángeles, Arcángeles, Serafines y Querubines, los cuales sirven en diferentes áreas para las que Dios los comisiona; tienen paz permanente y no poseen a ningún ser humano, puesto que ellos ministran al hombre desde afuera de él, mientras otros están permanentemente delante del trono del Altísimo.
2.- Los satánicos: Creados por Dios, pero se le rebelaron y fueron echados del tercer cielo, estos operan desde el segundo cielo junto con Luzbel (ahora Satanás, diablo, Lucifer), y otros están «en el infierno en prisiones de oscuridad» (2ª Pedro 2:4. Judas 1:6); mientras que los demonios (que la Biblia no revela exactamente si forman parte de los ángeles caídos o pertenecen a una posible creación preadámica) están sueltos y sirven a Satanás en contra de Dios y el hombre. El final de todos, incluido el diablo, es ser echados en el lago de fuego que arde con azufre para ser atormentados por siempre (Apocalipsis 20:10).
Se agrupan como: principados, potestades, gobernadores de las tinieblas, huestes espirituales de maldad (Efesios 6:12). Los demonios poseen a los hombres para inducirlos a pecar atándolos espiritualmente. También destruyen en diferentes áreas para las cuales los comisiona Satanás, generalmente lanzan dardos espirituales a la mente de los hombres, destruyen a los hombres que poseen y no descansan hasta llevar el alma humana al infierno, a menos que reciban a Cristo antes de morir.
Como el mundo espiritual está regido por espíritus, sean de Dios o del diablo, ellos nos hablan, a veces audiblemente, pero la mayoría de las veces a la mente. Satanás y sus demonios nos hablan en primera persona haciéndonos creer que somos nosotros o nuestros pensamientos, pero podemos identificarlos, puesto que lo que dicen nos induce a contrariar la voluntad de Dios al hablarnos con medias verdades bíblicas para confundirnos. Por eso es importante estudiar la Biblia, ya que es la única manera de desenmascarar a los espíritus de maldad (Mateo 4:3-11).
Rara vez alguien tiene una visitación angelical de parte de Dios, casi siempre Dios mismo nos habla por su Santo Espíritu; así pasa inclusive antes de recibir a Cristo, cuando el Espíritu Santo le habla al hombre para convencerlo de su pecado y necesidad de arrepentimiento, quitando el velo espiritual y conduciéndole a abrirle su corazón a Jesús como su Señor y Salvador.
Una vez que la persona se convierte a Cristo, el Espíritu Santo hace de ella su «templo» y «morada» (1ª Corintios 6:19), y a partir de ese momento comienza a hablarle y guiarle permanentemente. Su presencia en el creyente es apacible y amorosa, Su voz produce paz y siempre nos guiará a hacer la voluntad de Dios. Todo lo que Él nos habla está basado totalmente en la Biblia, jamás nos dirá nada que contraríe las Sagradas Escrituras que Él mismo inspiró para que se escribieran.
En el mundo espiritual ambos lados nos hablan a nosotros, pero también tenemos nuestra voz interior, la de nuestro «hombre interior», de la que debemos tener mucho cuidado también, ya que frecuentemente nos lleva a hacer nuestra voluntad, nos guía a la satisfacción de la carne y el alma, y busca porciones bíblicas para autojustificarse; esto sucede generalmente en nuestra mente.
Por esta razón nuestra mente es el campo de batalla espiritual. El reino espiritual (divino o satánico) que conquiste nuestra mente, puede fácilmente conquistar nuestro corazón y manejar nuestra voluntad y sus decisiones.
Ante ello el apóstol Pablo nos aclara: «Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Destruimos los argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios; llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo» (2ª Corintios 10:3-5). Es la única manera de salir victoriosos ante las voces espirituales que vienen a nosotros.
La defensa contra el espíritu del anticristo y su ejército demoníaco es urgente y necesaria, puesto que la batalla del diablo es incesante, lo queramos o no; por eso debemos defendernos y también atacar con la ayuda de la armadura espiritual.
«Revístanse de toda la armadura de Dios, para que puedan hacer frente a las asechanzas del diablo. La batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso, sino contra principados y potestades, contra los que gobiernan las tinieblas de este mundo, ¡contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes! Por lo tanto, echen mano de toda la armadura de Dios para que, cuando llegue el día malo, puedan resistir hasta el fin y permanecer firmes» (Efesios 6:11-13).
Dios está de nuestra parte, el Espíritu Santo siempre nos conducirá «a toda la verdad», pero no debemos ignorar las maquinaciones del diablo. A los creyentes se nos ha dado autoridad sobre las tinieblas, todo cristiano tiene poder contra Satanás, pero también está en el deber de «probar los espíritus si son de Dios», todo siempre a la luz de la Palabra de Dios contenida en la Biblia.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL -PERIODICO UNO