Los misioneros latinoamericanos sirven en más de 100 países, incluyendo lugares donde predomina el islamismo, budismo e hinduismo.
Según el Centro para el Estudio del Cristianismo Global, hasta hace poco había más de 10.000 misioneros evangélicos latinoamericanos sirviendo en más de 100 países, especialmente en lugares donde el acceso al Evangelio no es fácil.
Esta cifra representa un aumento de más del 300% desde el año 2000, y sitúa a América Latina como la tercera región del mundo con más misioneros evangélicos, después de América del Norte y Europa.
Según el sitio web de la Asociación de Bautistas para la Evangelización Mundial, «La iglesia latinoamericana es como el gigante dormido que está despertando para plantar iglesias centradas en el evangelio en toda América Latina, para alcanzar zonas de los no alcanzados dentro de sus fronteras y para enviar misioneros a los lugares más difíciles del mundo.»
En 2007, un informe de Lausanne World Pulse afirmó que, en la década de 1980, América Latina se unió formalmente a la fuerza misionera mundial y ahora hay unas 400 agencias.
Se estima que dichos centros están enviando a unos 9.000 latinoamericanos y también calculan que 3.000 aproximadamente hayan salido sin estructura de envío.
Detrás del movimiento
Según medios internacionales, uno de los factores que ha impulsado el despertar misionero en América Latina es el redescubrimiento de la visión bíblica de las misiones, que entiende que el propósito de Dios es glorificar su nombre entre todas las naciones y que la Iglesia es el instrumento que Él ha elegido para cumplir su plan.
Esta visión ha sido transmitida y reforzada en varios eventos, publicaciones y recursos que han enfatizado el mandato misionero de Cristo y la urgencia de alcanzar a los pueblos no alcanzados.
Uno de estos eventos es el Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE), que se realiza cada 10 años desde 1969 y ha reunido a miles de líderes evangélicos de toda la región para reflexionar sobre la misión de la Iglesia en el contexto latinoamericano.
Otro que ha marcado la visión misionera de América Latina es el Congreso Misionero Iberoamericano (COMIBAM), que comenzó en 1987 en Sao Paulo, Brasil, y ha sido considerado el primero organizado por y para latinoamericanos.
Además de estos eventos, cabe mencionar el trabajo de diversas agencias y organizaciones misioneras latinoamericanas que han surgido en las últimas décadas para facilitar el envío y apoyo de misioneros de la región.
Algunas de estas son AMA (Agencia Misionera Argentina), AMAL (Agencia Misionera Latinoamericana), AME (Agencia Misiones Evangélicas), AMEC (Agencia Misionera Evangélica Centroamericana), AMEE (Asociación Misionera Evangélica Ecuatoriana), AMEM (Misión Evangelización Mundial), entre otras.
Dichas agencias ofrecen capacitación, orientación, atención pastoral, gestión financiera y redes de apoyo a misioneros e iglesias de envío.
La Iglesia de los EE. UU. también desempeña un papel importante en el apoyo y la colaboración con este movimiento.
Los expertos coinciden que uno de los factores que ha favorecido el despertar misionero de América es la identidad cultural diversa y flexible que caracteriza a los latinos.
Esta cualidad, les permite adaptarse y relacionarse con otras culturas con mayor facilidad y naturalidad. Los latinoamericanos son el resultado de una mezcla de razas, lenguas, creencias y tradiciones, que han dado forma a una cultura rica y variada, que a su vez ha sido influenciada por los procesos de globalización y migración.
Esta diversidad cultural ha dado a los de este continente una mayor sensibilidad y apertura hacia los demás, así como una mayor capacidad de aprendizaje y comunicación intercultural.
Testimonios
Carlos y Ana son de Colombia, un matrimonio que acordó servir a Dios en misiones. Ambos habían crecido en iglesias evangélicas y sentido el llamado de compartir las Buenas Noticias con otras culturas, sin embargo, no sabían cómo lograrlo.
«No teníamos recursos, ni apoyo, ni experiencia, pensábamos que las misiones eran sólo para extranjeros que venían a nuestro país», recuerda Carlos.
Cierto día, la pareja supo de una agencia misionera latinoamericana que ofrecía capacitación, orientación y envío a diferentes campos. Se inscribieron en un curso de preparación misional y, después de un año de estudio y práctica, fueron asignados a un proyecto en Asia Central, entre un grupo étnico musulmán que nunca había escuchado el nombre de Jesús.
Allí, junto con otros misioneros latinoamericanos, llevan más de cinco años sirviendo, aprendiendo el idioma, adaptándose a la cultura y compartiendo el amor de Cristo con el prójimo.
«Dios ha sido fiel y hemos visto frutos en medio de las dificultades, estamos felices de ser parte de lo que Dios está haciendo en las naciones» dijo Ana.
La historia de este matrimonio es sólo un ejemplo del creciente movimiento misionero evangélico que se viene gestando en América Latina desde hace varios años.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL -Periódico UNO