¡Ojalá de nosotros nunca nadie escriba eso!

¿Cómo aplico a mi vida todo lo que estoy publicando del Evangelio de Juan?

Haré por hoy una breve pausa en el estudio del Evangelio de Juan, para preguntarme a mí mismo sobre cómo estoy aplicando lo que estoy escribiendo.

Claro que todo esto es simplemente una manera de reflexionar sobre lo que va pasando en el texto de las Escrituras. Pero, antes de llegar al capítulo 10 de Juan, pienso que yo, y todos los lectores, debiéramos analizarnos a nosotros comparándonos con los diferentes integrantes de cada historia.

Por supuesto que no nos compararemos con Jesús, ya que eso sería un despropósito y una utopía, ya que no podemos identificar nuestro carácter marchitado y manchado por el pecado, ya que todos, aunque lo intentemos, solemos pasar errando el blanco en casi todo lo que hacemos.

Me parece un poco tonta esa pregunta retórica que algunos proponen ¿Qué haría Jesús?, o ¿qué diría? ya que nunca podríamos lograr hacerlo como Jesús.

Pero tal vez podríamos preguntarnos:

  • ¿Qué diría o haría Juan el Bautista en mi lugar?
  • ¿Qué dirían o harían los sirvientes de la boda en mi lugar?
  • ¿Qué diría o haría Nicodemo?
  • ¿Qué diría o haría la samaritana?

… Y así ir pasando, personaje por personaje.

Creo que cada uno de ellos tienen lecciones positivas y negativas para nuestra comunicación, y también para otras áreas de nuestras vidas.

Algo que quiero resaltar, es que Jesús, en los evangelios señala algo referente a los líderes religiosos.

Después de esto, Jesús dijo a la gente y a sus discípulos: «Los maestros de la Ley y los fariseos tienen la responsabilidad de interpretar a Moisés. Así que ustedes deben obedecerlos y hacer todo lo que les digan. Pero no hagan lo que hacen ellos, porque no practican lo que predican. Atan cargas pesadas y las ponen sobre la espalda de los demás, pero ellos mismos no están dispuestos a mover ni un dedo para levantarlas. »Todo lo hacen para que la gente los vea: Usan en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en anchas cintas y ponen en sus ropas adornos llamativos. Les encanta el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas.  Y les gustan los saludos en las plazas y que la gente los llame “Rabí”.

(Mateo 23. 1-7) Ver también Marcos 12. 38-39 y Lucas 20. 45-47

Ojalá de nosotros nunca nadie escriba eso, dice una cosa y hace otra cosa. Pero todos sabemos, que esto siempre ocurre.

A veces criticamos de otros lo que más odiamos de nosotros mismos. Y aquí, antes de entrar al capítulo del Pastor y los falsos pastores, al analizar Juan caps. 10 y 15, Ezequiel 34, Salmo 23 y otros lugares donde se habla de esto, sería bueno que nos tomemos en serio el no criticar a los pastores de iglesias, como solemos hacerlo, que esto, esto, esto y lo otro… y simplemente estamos colocándonos en posición de indicar todo lo que debiera ser o no debiera ser un pastor de iglesia.

Algunas cuestiones que me gustaría aclarar. A mí me pasa que pienso que los pastores debieran hacer las cosas de la manera en que yo pienso que se deberían hacer. Pero esto no es lo que dice el texto. No existe un modelo de cómo debería trabajar un pastor de iglesia. Algunas cosas sabemos de Pablo y Timoteo, pero de lo que ellos hacían, eran otras épocas.

En mi caso, recuerdo la época de oro de los evangelistas, cuando un modelo de pastor era alguien que tuviera una lengua de oro, y que la gente se quedara ensimismada al escucharlo.

O tal vez recordamos a algún pastor de la década de los 80 que visitaba en un mes la casa de todos los miembros de iglesia, y esto lo hacía 10 veces al año.

Y cosas por el estilo. Pienso que el rol pastoral va cambiando en el tiempo, y posiblemente dentro de 10 años, los pastores de iglesias harán cosas totalmente diferentes de las que hacen hoy en día.

Y en este punto, quiero pensar que, en 10 años, todos los creyentes deberíamos entender y asumir, esto de no decir una cosa y hacer otra cosa. Bíblicamente y teológicamente, todos somos pastores, ya que hombres y mujeres, estamos llamados a integrar el cuerpo de pastores, donde cada creyente es un pastor (el sacerdocio universal de los creyentes).

Y para esto creo que debería ocurrir un cambio de corazón en todos nosotros. En lugar de criticar a los pastores de iglesias, deberíamos analizar y preguntarnos:

  • ¿Qué diría Jesús referente a mi rol pastoral?
  • ¿Lo estoy cumpliendo como él lo estableció?
  • ¿Digo una cosa y hago otra cosa?
  • tal vez ¿Soy el pastor perfecto y nadie me tiene que decir nada?

Jesús no está hablando todo esto para que analicemos a los pastores de iglesia. Lo está diciendo a todos los pastores y pastoras que él ha llamado. Lo está diciendo para usted, y también para mí.

En mis artículos veo lastimosamente que me gusta hacer bromas irónicas acerca de lo que hacen otras personas, y sí, está muy bien, pero debo ir más profundo, y ver que lección trae esto a mi propia vida.

Hasta aquí, esto solo a modo de catarsis preventiva. Ya que no quiero ponerme a criticar a los pastores de iglesias, al leer Juan 10, sino quiero que pensemos, cada uno, referente a nosotros mismos.

¡¡¡Bendiciones!!!

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL – Pytheo

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