He tomado como material el libro El llamamiento peligroso, de Paul David Tripp. Éste es un libro de diagnóstico. Está escrito para ayudarnos a que nos veamos de una manera honesta en el espejo de la Palabra de Dios, espejo que expone el corazón y la vida para ver las cosas que están mal y que tienen que ser corregidas y para ayudarnos a que nos coloquemos, una vez más, bajo el poder sanador y transformador del evangelio de Jesucristo.
Me gustaría poder decir que mi experiencia pastoral es única -dice Paul David Tripp-, pero he llegado a aprender en mis viajes ministeriales a cientos de iglesias alrededor del mundo que, tristemente, no es así. Por supuesto que los detalles son únicos pero la misma falta de conexión entre la imagen pastoral pública y el hombre que está a solas está ahí en las vidas de muchos, muchos pastores.
Conforme he analizado mi propia historia y me he esforzado por hacer una exégesis de la historia de otros que están en el ministerio, han salido a la superficie temas. Sí, cada historia es única y las generalizaciones pueden ser tanto inútiles como peligrosas, pero el camino para perderte, en medio de tu propia historia del ministerio, es un camino que ha sido recorrido por muchos. Inspeccionar su viaje te puede ayudar a entender el tuyo.
6 señales de un pastor que está perdiendo su camino
Paul David Tripp cuenta el caso de un pastor amigo suyo que ha dejado el ministerio y que, tristemente, es un caso típico de los problemas que se acumulan en un hombre de Dios para llegar a colapsar:
1) IGNORÓ LA CLARA EVIDENCIA DE LOS PROBLEMAS
La evidencia lo rodeaba por todos lados y, sin embargo, él simplemente no prestó atención. He mencionado en otros libros que nadie es más influyente en tu vida que tú porque nadie te habla más que tú. Mi amigo pastor había estado en una larga conversación con él mismo negando, minimizando y racionalizando la evidencia que apuntaba al hecho de que él era un hombre que estaba en problemas.
No, no era adulterio ni pornografía; su lucha era más fundamental que eso. Su ira explosiva con sus hijos, que no era una experiencia irregular, era una de esas señales. Sus quejas constantes sobre los otros líderes después de las juntas del ministerio era otra pieza de la evidencia inquietante. La creciente distancia entre él y su esposa representaba que algo no estaba bien.
Su vida devocional inexistente apuntaba a que algo estaba mal. El hecho de que él se enajenaba todas las noches con horas de televisión apuntaba hacia un corazón inquieto. Sus fantasías de ministrar con una capacidad diferente o en un lugar diferente apuntaban hacia algo que estaba fuera de lugar. Su habilidad para no dar respuestas a preguntas personales era evidencia de que estaba perdiendo el rumbo. Sí, había toda clase de evidencia, pero lo negó, lo ignoró o se justificó.
2) CIEGO A LOS PROBLEMAS DE SU PROPIO CORAZÓN
Uno de los componentes más aterradores del pecado remanente es el engaño. Es una realidad que es vital reconocer y confesar. El pecado ciega. Verás, tú y yo poseemos dos sistemas de visión. Están nuestros ojos físicos que nos permiten ver el universo físico que nos rodea y están los ojos de nuestro corazón que nos ayudan a “ver” las realidades espirituales que es vital que veamos si es que vamos a ser lo que fuimos diseñados para ser y vamos a hacer lo que fuimos diseñados para hacer. El pecado causa estragos en nuestra visión espiritual. Aunque somos capaces de ver el pecado de los demás con claridad y detalle, tenemos la tendencia a cegarnos con el nuestro. Y el aspecto más peligroso de esta condición, que de por sí ya es peligrosa, es que las personas espiritualmente ciegas tienden a estar ciegas a su ceguera.
Ya que el pecado ciega, Dios ha puesto el cuerpo de Cristo para que funcione como un instrumento para que veamos en nuestras vidas, para que nos podamos conocer con una profundidad y exactitud que sería imposible si se nos dejara por nuestra cuenta.
3) A SU MINISTERIO LE FALTABA DEVOCIÓN
Cada vez estoy más y más convencido de que lo que le da a un ministerio sus motivos, perseverancia, humildad, gozo, ternura, pasión y gracia es la vida devocional del que está ministrando. Cuando todos los días admito qué tan necesitado estoy, todos los días medito en la gracia del Señor Jesucristo y todos los días me alimento de la sabiduría restauradora de Su Palabra, estoy motivado para compartir con los demás la gracia que todos los días estoy recibiendo de las manos de mi Salvador.
Es mi adoración lo que me permite guiar a otros en la adoración. Es mi sentimiento de necesidad lo que me guía a pastorear tiernamente a los que tienen necesidad de la gracia. Dejó de tener vida. Todo dejó de tratarse de la adoración y se volvió una serie de responsabilidades pastorales que siempre se repiten.
4) ÉL MISMO NO SE PREDICABA EL EVANGELIO
Si tú estás en el ministerio y no te estás recordando una y otra vez el ahora mismo del evangelio, es decir, los beneficios del en este mismo momento de la gracia de Cristo, vas a estar buscando en otro lado para obtener lo que sólo se puede encontrar en Jesús. Si no estás alimentando tu alma con las realidades de la presencia, promesas y provisión de Cristo, le vas a pedir a la gente, a las situaciones y a las cosas a tu alrededor que sean el mesías que ellos nunca pueden ser. Si no estás uniendo tu identidad al amor inquebrantable de tu Salvador, les vas a pedir a las cosas en tu vida que sean tu Salvador y esto nunca va a suceder.
5) NO ESCUCHABA A LAS PERSONAS MÁS CERCANAS
Con los años hubo muchas ocasiones en las alguien se le había acercado con preocupaciones acerca de su matrimonio y del tiempo que él estaba o no invirtiendo ahí o por cosas que veían que estaban pasando en las vidas de sus hijos. Había sido enfrentado por la forma tan íntima en que guardaba los detalles de su vida personal o por cuántas noches de vigilia pasaba en su oficina. No, nadie conocía la guerra trascendental que se estaba librando en su corazón, pero no fue abandonado a su suerte. Hubo un cuidado que, si se hubiera tomado con seriedad, podría haber, y a lo mejor habría, llegado al fondo de los problemas del corazón.
Su ministerio se volvió agobiante. Aquí es inevitablemente a donde esto conduce. Has perdido de vista el evangelio en tu vida personal; sientes una creciente falta de conexión entre tu vida privada y tu imagen ministerial pública; tu ministerio ya no se alimenta más por tu propia adoración; te sientes incomprendido por los que te rodean; te sientes injustamente criticado por los de tu casa; piensas que tú y tu liderazgo no son tratados con el aprecio que se merecen; y cada vez estás más espiritualmente vacío porque estás buscando la vida espiritual donde no se puede encontrar. El impacto de todas estas cosas juntas es que cada vez ves a tu ministerio menos y menos como un privilegio y un gozo y más y más como una carga y un deber.
Creo que nos consternaríamos si supiéramos cuántos pastores han perdido su gozo – cuántos de nosotros nos levantamos al inicio de cada semana y hacemos todo mecánicamente, por ninguna otra razón que porque no sabemos qué más hacer. ¿Para cuántos de nosotros el ministerio ya no es un acto de adoración? ¿Cuántos de nosotros estamos construyendo un reino en nuestros ministerios que no es el reino de Dios?
6) ÉL COMENZÓ A VIVIR EN SILENCIO
Hay dos cosas aquí que contribuyen. La primera, cuando las personas son tu mesías sustituto (necesitas su respeto y apoyo con el fin de seguir adelante) es difícil ser honesto con ellos en relación con tus pecados, debilidades y fracasos. También hay una segunda cosa que contribuye: el miedo.
Voy a tener miedo de la manera en que la gente pensaría de mí y me respondería si realmente supieran lo que está pasando en mi vida. Incluso puedo tener miedo de perder mi trabajo. Estoy tratando de hacer lo que ninguno de nosotros puede hacer – espiritualmente hacerlo por mi cuenta. El cristianismo autónomo nunca funciona porque nuestra vida espiritual fue diseñada por Dios para ser un proyecto comunitario.
Comenzó a cuestionar su llamamiento. Debido a que no me estoy viendo con exactitud, y porque el ministerio ha llegado a ser agobiante, en vez de examinar mi carácter y mis respuestas, voy a tener la tendencia de comenzar a cuestionar si estuvo bien pensar que fui llamado al ministerio. Verás, solo hay dos formas de explicar el fracaso externo e interno de mi ministerio. O estoy intentando hacer algo para lo cual no fui llamado o estoy pensando y haciendo las cosas equivocadas en medio del ministerio al que claramente fui llamado.
Lo que anteriormente se ha expuesto hace que te sea muy difícil llegar a la conclusión de que tú eres el problema. No, lo que vas a concluir es que el ministerio o las cosas en tu ministerio son el problema y, por lo tanto, el ministerio es de lo que te tienes que ocupar si es que las cosas van a cambiar. Es exactamente aquí donde mi amigo pastor se encontró. Tenía profundas inseguridades cuando se trataba de su llamamiento que éstas no habían estado ahí cinco años atrás.
Predicándote a ti mismo el evangelio
Es aquí donde nosotros los pastores tenemos que predicarnos el evangelio. Mucha de esta separación y falta de armonía la estimula el hecho de que en nuestras vidas cotidianas tenemos la tendencia a olvidar el mismo evangelio que les predicamos de una forma tan convincente a los demás en los escenarios públicos. Aquí está la lucha pastoral de todos los días: no solo estamos tratando con la realidad de nuestro propio corazón impostor, sino que también hay tantas otras cosas que pueden atraer nuestro corazón y, en el proceso, comenzar a moldear las cosas que hacemos y decimos en el ministerio.
Permíteme sugerir algunas aplicaciones vitales del evangelio en la vida de todos los días y que cada pastor debe predicarse una y otra vez.
1) NO TENGO QUE ESTAR ANSIOSO DE QUE NUNCA VOY A ESTAR A LA ALTURA PORQUE JESÚS PERFECTAMENTE ESTUVO A LA ALTURA EN MI LUGAR.
2) YA QUE LA GRACIA ME PERMITE OBTENER MI IDENTIDAD Y MI SEGURIDAD DE MANERA VERTICAL, ESTOY LIBERADO DE FUNDARLAS SOBRE LO QUE LA GENTE PIENSE DE MÍ.
3) NO TENGO QUE ESTAR OBSESIONADO POR LO QUE PUEDA SALIR A LA LUZ CON RESPECTO A MI, PORQUE CUALQUIER COSA QUE ALGUNA VEZ PUDIERA SALIR A LA LUZ YA HA SIDO CUBIERTA POR LA SANGRE DE JESÚS.
4) TENGO QUE RECORDAR QUE MIS DEBILIDADES NO ESTORBAN EL MINISTERIO FRUCTÍFERO PERO QUE SÍ LO ESTORBAN LAS FALSAS ILUSIONES QUE TENGO DE UNA FUERZA INDEPENDIENTE.
5) PUEDO DESCANSAR SEGURO DE QUE DIOS NO OBTUVO UNA DIRECCIÓN INCORRECTA CUANDO Él ME LLAMÓ AL MINISTERIO. MI NECESIDAD ESPIRITUAL NO COMPROMETE EL MENSAJE DEL EVANGELIO; MÁS BIEN, MI NECESIDAD LO PREDICA.
6) SOLO EXISTE UN MESÍAS Y ¡DEFINITIVAMENTE YO NO SOY ÉL!
Cinco compromisos ministeriales prácticos
Así que si hay áreas en todas nuestras vidas como pastores donde exista una separación entre lo que les enseñamos a los demás y lo que vivimos y cómo lo vivimos, ¿qué podemos hacer para cerrar la brecha? Déjame sugerir cinco compromisos que debemos clavar en cada una de nuestras vidas ministeriales.
1) DÉJATE ENSEÑAR BAJO TU PROPIA ENSEÑANZA Y PREDICACIÓN.
2) CONFIESA EN PÚBLICO TU PROPIA LUCHA.
3) COLÓCATE BAJO EL CONSEJO SABIO Y BÍBLICO.
4) SÉ ACCESIBLE CON TUS AMIGOS Y CON TU FAMILIA.
5) CONSTRUYE UNA COMUNIDAD DE LÍDERES QUE SEA HUMILDE Y FRANCA.
El mecanismo de ceguera en Tripp (y muchos de nosotros)
Hay tres temas fundamentales que operaron en mi vida, que he descubierto que operan en las vidas de muchos pastores con los que he platicado. Estos temas fundamentales funcionaron como el mecanismo de la ceguera espiritual en mi vida y lo hacen en las vidas de incontables pastores alrededor del mundo.
1) DEJÉ QUE EL MINISTERIO DEFINIERA MI IDENTIDAD.
Los seres humanos siempre se están asignando alguna clase de identidad. Solo existen dos lugares en los que hay que buscar. Vas a obtener tu identidad de manera vertical, de quién eres en Cristo, o la vas a estar comprando de manera horizontal en las situaciones, experiencias y relaciones de tu vida diaria. Esto es cierto para todos pero estoy convencido que obtener la identidad de uno de manera horizontal es una tentación concreta para los que están en el ministerio.
El ministerio había llegado a ser mi identidad. No, no pensaba de mí como un hijo de Dios que tenía una necesidad diaria de la gracia, en medio de mi propia santificación, todavía en una lucha con el pecado, todavía con una necesidad del cuerpo de Cristo y llamado al ministerio pastoral. No, pensaba de mí mismo como un pastor. Eso es todo, conclusión. El oficio de pastor era más que un llamado y un conjunto de dones que Dios me había dado y que el cuerpo de Cristo había reconocido. “Pastor” me definía. Era yo en un sentido que probaba ser más peligroso de lo que yo hubiera pensado.
2) DEJÉ QUE LA ENSEÑANZA BÍBLICA Y EL CONOCIMIENTO TEOLÓGICO DEFINIERAN MI MADUREZ.
Los graduados del seminario, que son expertos en la Biblia y en la teología, tienen la tendencia a pensar que son maduros. Pero debe decirse que la madurez no es solo algo que haces con tu mente (aunque éste es un elemento importante de la madurez espiritual). No, la madurez se trata de cómo vives tu vida. Es posible ser teológicamente astuto y ser muy inmaduro. Es posible ser bíblicamente culto y tener una importante necesidad de crecimiento espiritual.
Yo mismo me veía mucho más maduro de lo que realmente era. Así que cuando Luella (su esposa) me confrontaba amorosa y fielmente, y yo solo estaba a la defensiva, por definición pensaba que ella estaba equivocada. Y cada vez me convencía más que ella era la que tenía el problema. Así que yo no me veía como necesitado y no estaba abierto a la corrección y usaba mi conocimiento bíblico y teológico para defenderme. Era un desastre y no tenía ni idea.
3) CONFUNDÍ EL ÉXITO DEL MINISTERIO CON EL RESPALDO QUE DIOS LE DABA A MI ESTILO DE VIDA.
Sin saber que lo estaba haciendo, tome la fidelidad de Dios hacia mí, hacia Su pueblo, hacia la obra de Su reino, hacia Su plan de redención y hacia Su iglesia como un respaldo para mí.
Era una perspectiva de mi ministerio que decía: “Soy uno de los chicos buenos y Dios está detrás de mí todo el tiempo”, pero lo más importante era la perspectiva de mí mismo. De hecho, le decía a Luella (y esto es vergonzoso pero importante de admitir), “Si soy un chico tan malo, ¿por qué Dios está bendiciendo todo en lo que pongo mis manos?”. El éxito de un ministerio siempre es más un cuadro de quién es Dios que una declaración sobre quienes son las personas que Él está usando para Su propósito.
Era un hombre que necesitaba la gracia que libera y, por medio de la fidelidad de Luella y las preguntas quirúrgicas de Tedd, Dios hizo exactamente eso.
Entonces, ¿ahora qué?
Dice Paul David Tripp para terminar, he aquí la conclusión: en cualquier lugar que estés en el ministerio, no importa cuál sea tu posición, no importa cuántas personas te consulten, no importa la influencia que tu ministerio haya acumulado y no importa cuánto tiempo y cuánto éxito haya tenido tu ministerio, tu ministerio nunca se va a tratar de ti porque se trata de Él. Dios no va a abandonar Su reino por el tuyo. Él no te va a ofrecer Su trono. Él no te va a dar la gloria que le es debida. Su reino y Su gloria son la esperanza de tu ministerio y de la iglesia. Y cuando se me olvida cuál es mi lugar, y de alguna manera busco la posición de Dios, pongo en peligro a mi ministerio y a la iglesia que he sido llamado a servir.
Reposar en el cuidado de Dios es el resultado de una creencia práctica que moldea el ministerio de que a Él realmente le importa. ¿Tu descanso en el cuidado de Dios apacigua tu ansiedad ministerial? ¿Evita que te sientas solo y abrumado? ¿Te consuela en tiempos de dificultad? ¿Tu descanso les da descanso y consuelo a los demás? ¿Tu reposo en el cuidado de Dios evita que sientas le necesidad de escapar en alguna forma (comida, sustancias químicas, alcohol, sexo, televisión, internet, actividades, gente, etc.)? ¿Tu reposo en el cuidado de Dios resulta en tener valor en el ministerio? ¿Te ayuda a lidiar con humildad con la oposición? En lo cotidiano y habitual, ¿descansas en el cuidado de Dios?
Cuando en tu ministerio comienzas a buscar de manera horizontal lo que ya se te ha dado de manera vertical, te colocas a ti mismo y a tu ministerio en un peligro espiritual. Cuando acudes a tu ministerio para que te dé tu identidad, en vez de ministrar por la identidad que ya se te ha dado, vas a introducir una pobreza y una ansiedad que van a debilitar y desviar tu ministerio. Cuando el respeto y el aprecio de las personas son lo que hace que sigas adelante, en vez de la gracia constante y omnipresente de Dios, vas a terminar decepcionado y desanimado y preguntándote si tienes lo que se necesita para seguir adelante.
¿Y tú? ¿Cómo te ves? ¿Cuáles son las cosas que con regularidad te dices acerca de ti? ¿Hay señales sutiles en tu vida de que veas que eres diferente de las personas a las que les estás ministrando? ¿Te ves como un ministro de la gracia que necesita la misma gracia? ¿Has llegado a estar cómodo con las discontinuidades entre el evangelio que predicas y la manera en que vives? ¿Existen faltas de armonía entre tu imagen ministerial pública y los detalles de tu vida privada? ¿Promueves en tu iglesia un nivel de gozo común que tú mismo no te das? ¿Caes en creer que nadie tiene una visión más exacta de ti que la que tú tienes? ¿Usas tu conocimiento o tu experiencia para mantener a raya la confrontación?
Tomado del libro El llamamiento peligroso
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL