¿QUIEN INVENTÓ LA TOLERANCIA?

La tolerancia ha estado siempre presente en las Escrituras, en la fraternidad que promueve entre todos los seres humanos.

La tolerancia es una conquista que se suele explicar como que fue recientemente alcanzada por el mundo civilizado. en el marco de la modernidad; iniciándose a partir de la Carta de Tolerancia de John Locke, hasta llegar a la tolerancia sin ningún criterio, promovida hoy por el pensamiento políticamente correcto con su ideal de la inclusión a toda costa.

Con todo y ello, la tolerancia ha estado presente en las Escrituras desde siempre en la fraternidad por ella promovida entre todos los seres humanos sin coacciones ni coerciones.

Los cristianos ilustrados como Tertuliano, por ejemplo, lo entendieron así al afirmar: “Es un derecho del hombre, un privilegio de la naturaleza, el que cada cual pueda practicar la religión según sus propias convicciones… no es propio de la religión el obligar a la religión”. 

Esta fraternidad se manifestó en el Antiguo Testamento a través de instrucciones inusuales para la época que se anticiparon a su tiempo, revelando el carácter de un Dios soberano que al mismo tiempo ha respetado la libertad de decisión concedida a los hombres.

La fraternidad bíblica reconoce la dignidad esencial de todos los seres humanos y su libertad de elegir, a pesar de que no estén de acuerdo con nosotros, y los sigue tratando con respeto y consideración.

Es precisamente este imperativo de tratar a todos los seres humanos como personas con su inherente dignidad la que explica muchas de las instrucciones impartidas por Dios a su pueblo que, vistas en su contexto histórico, eran notoriamente contrarias a las crueles e intolerantes prácticas comunes a todas las naciones de la antigüedad hacia los esclavos, las mujeres y los rivales, como podemos leerlo en los capítulos 21 y 22 del libro del Éxodo, reiteradas y complementadas en Deuteronomio 23 al 25.

Así, por ejemplo, la práctica común de ejecutar a alguien y, con él, a todos sus descendientes que pudieran más adelante cobrar venganza, estaba prohibida en Israel, como podemos leerlo incidentalmente en relación con el rey Amasías: “Después de afianzarse en el poder, Amasías ajustició a los ministros que habían asesinado a su padre el rey. Sin embargo, según lo que ordenó el Señor, no mató a los hijos de los asesinos, pues está escrito en el libro de la ley de Moisés: «A los padres no se les dará muerte por la culpa de sus hijos, ni a los hijos se les dará muerte por la culpa de sus padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado».” (2 Reyes 14:5-6).

Asimismo, el temor de Dios del rey David lo disuadió de ejecutar a su enemigo, el rey Saúl, que lo perseguía para matarlo, como lo hubiera hecho cualquier otro en su lugar a la menor oportunidad sin vacilar y sin ser censurado por nadie al obrar de este modo, en dos oportunidades que tuvo para hacerlo.

La primera, en la cueva de Engadi: “y les dijo a sus hombres: ¡Que el Señor me libre de hacerle al rey lo que ustedes sugieren! No puedo alzar la mano contra él, porque es el ungido del Señor. De este modo David contuvo a sus hombres, y no les permitió que atacaran a Saúl…” (1 Samuel 24:6-7). Y la segunda en el desierto de Zif: ¡No lo mates! exclamó David. ¿Quién puede impunemente alzar la mano contra el ungido del Señor? Y añadió: Tan cierto como que el Señor vive, que él mismo lo herirá. O le llegará la hora de morir, o caerá en batalla. En cuanto a mí, ¡que el Señor me libre de alzar la mano contra su ungido! Solo toma la lanza y el jarro de agua que están a su cabecera, y vámonos de aquí” (1 Samuel 26:9-11).

De la misma manera, las represalias mortales que iba a tomar contra el necio Nabal, estarían de sobra justificadas en la antigüedad, pero el rey David, a instancias de Abigail, se abstuvo de concretarlas en un acto inusual para la época“David le dijo entonces a Abigaíl: ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que te ha enviado hoy a mi encuentro! ¡Y bendita seas tú por tu buen juicio, pues me has impedido derramar sangre y vengarme con mis propias manos! El Señor, Dios de Israel, me ha impedido hacerte mal; pero te digo que, si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, para mañana no le habría quedado vivo a Nabal ni uno solo de sus hombres. ¡Tan cierto como que el Señor vive! Dicho esto, David aceptó lo que ella le había traído. Vuelve tranquila a tu casa añadió. Como puedes ver, te he hecho caso: te concedo lo que me has pedido” (1 Samuel 25:32-35).

Y al ascender al trono después de la muerte de Saúl, se abstuvo también de ejecutar a todos los miembros de su familia que pudieran disputarle su derecho al trono, como era habitual en los reyes de la antigüedad. Por el contrario: “El rey David averiguó si había alguien de la familia de Saúl a quien pudiera beneficiar en memoria de Jonatán” (2 Samuel 9:1). Tampoco ejecutó a Simi cuando lo maldijo, algo que cualquier otro rey hubiera hecho en su lugar: “Cuando el rey David llegó a Bajurín, salía de allí un hombre de la familia de Saúl, llamado Simí hijo de Guerá. Este se puso a maldecir, y a tirarles piedras a David y a todos sus oficiales, a pesar de que las tropas y la guardia real rodeaban al rey. En sus insultos, Simí le decía al rey: ¡Largo de aquí! ¡Asesino! ¡Canalla! El Señor te está dando tu merecido por haber masacrado a la familia de Saúl para reinar en su lugar. Por eso el Señor le ha entregado el reino a tu hijo Absalón. Has caído en desgracia, porque eres un asesino. Abisay hijo de Sarvia le dijo al rey: ¿Cómo se atreve este perro muerto a maldecir a Su Majestad? ¡Déjeme que vaya y le corte la cabeza! Pero el rey respondió: Esto no es asunto mío ni de ustedes, hijos de Sarvia. A lo mejor el Señor le ha ordenado que me maldiga. Y, si es así, ¿quién se lo puede reclamar?” (2 Samuel 16:5-12).

ya desde la época de Josué, la Biblia combate el sectarismo“Entonces un muchacho corrió a contárselo a Moisés: ¡Eldad y Medad están profetizando dentro del campamento! Josué hijo de Nun, uno de los siervos escogidos de Moisés, exclamó: ¡Moisés, señor mío, detenlos! Pero Moisés le respondió: ¿Estás celoso por mí? ¡Cómo quisiera que todo el pueblo del Señor profetizara, y que el Señor pusiera su Espíritu en todos ellos!” (Números 11:27-29).

La semana que viene concluiremos este tema abordando las «Rencillas y tolerancia entre cristianos».

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL -PERIÓDICO UNO

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